Pero no sólo las monedas de devalúan. Las personas también nos devaluamos.
Debemos evitar la actitud mental consistente en creer que las cosas ya están bien, que ya sabemos lo suficiente, que ya tenemos nuestros métodos de trabajo y nuestras estrategias profesionales o personales definidas, cerradas.
La mejor forma de evitar esa devaluación es buscando la forma de la revaluación permanente de uno mismo, de revalorarnos.
Un concepto interesante es el de la curva enferma y la curva sana de la vida profesional o personal de un individuo. Con mucha frecuencia, las personas describen en sus trabajos, sus vidas una curva de desempeño parecida a esta:
Al comienzo vamos aumentando el valor de nuestro desempeño profesional, y a partir de un momento, comenzamos a decaer. ¿Razones?
- Ley del mínimo esfuerzo
- Nos volvemos cómodos
- Perdemos la ilusión
- Percibimos como seguro nuestro puesto de trabajo
- ...
Al mismo tiempo nuestro sueldo va creciendo. Lo cierto es que cada vez somos más caros para nuestra empresa al tiempo que nuestro desempeño tiene un menor valor. Mezcla explosiva.
Adicionalmente, vamos teniendo más años lo cual puede que nos haga menos atractivos al mercado laboral. También nos cuesta más aprender cosas nuevas o no tengamos tanta disposición como antes.
Nuestra vida debería ser una curva sana, un desempeño profesional que crece en valor de forma permanente y nos garantice ser más útiles y valiosos para nuestra empresa, ser mejores para nosotros mismos y generar oportunidades laborales alrededor nuestro.
La curva sana sería tal que así:
Existe una tendencia natural a hacer lo que es fácil, lo que nos resulta conocido, aquello que no nos exige pensar, lo que nos requiere poco tiempo, lo corto… Todos somos vagos en potencia. Esta ley del mínimo esfuerzo es la que nos lleva a movernos siempre en nuestra zona de confort, aquella en la que hacemos nuestro trabajo sin tensión, sin salir de lo conocido, etc.
Las zonas confortables son el gran peligro del potencial humano. En todos nosotros se da una tendencia inconsciente que nos arrastra a hacer lo que siempre hemos hecho. Los hábitos arraigan fácilmente y salir de ellos es abrumador.
Todo crecimiento, todo progreso requiere un acto de voluntad por nuestra parte para salir de nuestra zona de confort y dirigirnos hacia algo más grande, algo mejor. El camino hacia algo más grande y mejor casi nunca es cuesta abajo. Para hacer que las cosas vayan bien hay que esforzarse, para que vayan mal, con no hacer nada es suficiente. Nunca hay atajos hacia cualquier lugar que merezca la pena ir.
“El triunfador tiene el hábito de hacer aquello que a los fracasados no les gusta hacer”
E. M. Gray
De ahí que la batalla más importante la tenemos que librar con nosotros mismos. La primera victoria de aquél que triunfa es la victoria sobre sí mismos.
“Algunos triunfan porque están destinados a hacerlo. La mayoría porque está decidida a hacerlo”
Anatole France
Quieres revalorarte?...
No hay comentarios:
Publicar un comentario